Noviembre, 1876. En una
granja en las afueras de Southampton,
Inglaterra, una porción de tierra
convertida en chacra rememora a una
estancia bonaerense y alberga a un exiliado de la vida política argentina. Juan
Manuel de Rosas me recibe, y así a mi pluma, para ser entrevistado con un
semblante que inspira respeto.
¿Qué le diría usted a
sus detractores que lo califican como “tirano”?
Déjeme aclarar esto, si se me permite una modesta y fiel a
mis actos, descripción de mi persona. Me haré cargo de mis acciones, Dios y la
posteridad se encargarán de juzgarlas, que no fueron otras que las de un
patriota justiciero que mantuvo viva en sí la filosofía católica y un
agradecimiento al Altísimo por el sustento diario. Actué como mi conciencia y
el deber histórico así me lo dictaron, por supuesto, eso me ha valido más de un
enemigo, y difamaciones durante mi gobernación en Buenos Aires y en estos años
de exilio. Durante los cuales me dedico a la confección de escritos que sabrán
encontrar las plumas de la posteridad.
Los representantes
unitarios calificaron a la figura del
caudillo como un impostor, alguien que representa a una clase de la que no
forma parte para su propio rédito personal ¿Usted qué piensa al respecto?
Pienso que tales descripciones, aparte de surgir de la
ignominia y el rencor, son hechas por personas que nunca podrían entender la
fervorosa pasión que motiva a los hombres a defender sus ideales. Es cierto, el
origen de algunos caudillos está marcado por haber nacido en cunas de familias
pudientes; pero más importante que dónde nacemos o en qué forma morimos,
es qué hicimos con nuestros destinos en las circunstancias dadas.
¿Cómo juzga
usted el panorama económico de la Nación Argentina en la actualidad?
Luego de oponerse a mi –aún precaria- política de
industrialización, Sarmiento y Mitre no tardaron en imponer su proyecto
agro-exportador, alegando el “civilizado” Sarmiento, que el pueblo del Río de la Plata era de
pastores por excelencia y poseedores de materias primas en enorme escala y que era conveniente enviar estas materias
primas a Europa, para que vuelvan convertidas en manufacturas y estuvo apoyado
por Mitre que afirmaba que la paz, el
orden y las franquicias comerciales eran la mejor protección. El proyecto
elegido representó un avasallamiento atroz sobre la soberanía del Río de la
Plata y, años más tarde, sobre Argentina constituida como Nación.
¿Qué representa para
usted la figura de Mitre en la historia Argentina?
Es preciso aclarar que no pienso en Mitre solo como en la
figura de poder que tuvo bajo su cargo el gobierno de un recién constituido
país, tras la nefasta batalla de Pavón; sino un largo camino (me atrevo a
predecir, del cual todavía falta mucho por recorrer) de sumisión ante los
enemigos externos de la Patria (a los cuáles con tanto ímpetu, aunque
manteniendo cierta diplomacia, enfrenté) y de cobijo a los traidores internos;
que se empeñaron ferozmente en que la Argentina, como la conocemos ahora, sufra
un proceso de europeización
¿Qué opinión le merece
el Chacho Peñaloza?
El chacho Peñaloza murió en 1863 cumpliendo un deber con su
Patria y con los que representaba. Intentando, hasta las últimas consecuencias,
derrocar a los liberales mitristas. En la figura del Chacho se completan todas
las expectativas que se le atribuyeron a Urquiza y fueron incumplidas. Peñaloza
peleaba en nombre de Urquiza y ¡altísima ironía! Deslindose este de toda
responsabilidad, dejando a los más desprotegidos de nuestra nación fuera de la
ley.
¿A qué se refiere
cuando habla de desprotegidos?
Me refiero a los relegados del modelo liberal, a la
agrupación de rebeldes contra el Estado Nacional, aquellos que estaban fuera de
la ley y cuya sangre, según las propias palabras del civilizado Sarmiento, “no
había que escatimar”. Las montoneras.
¿Qué significó para
usted la guerra de 1865 contra el Paraguay?
La guerra contra el Paraguay no fue otra cosa que un intento
deliberado de desestabilización de la autonomía nacional y de debilitamiento de
uno de los países más ricos de América del Sur. El verdadero enemigo del país
era el mitrismo; los relegados lo sabían, por eso se resistieron y se rebelaron
contra este enfrentamiento innecesario y, en algunos casos, hasta desertaron.
Increíblemente, tras 5 años de duración, el país vecino quedó devastado y la
resistencia popular, debilitada. Doble objetivo cumplido.
¿Hay en sus
pensamientos algún mensaje que quiera dar a conocer para el pueblo argentino?
Sí, y seré breve: soy
el único responsable de todos mis actos, de mis hechos buenos como de los
malos. Pero la justicia para serlo debe tener dos orejas: aún no se me ha oído.
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